Douabul cree que un acuerdo internacional del agua entre
Irak, Turquía e Irán es fundamental para el futuro de los pantano
Mientras las
fuerzas iraquíes consolidaban su victoria la semana pasada sobre el Estado
Islámico en la ciudad norteña de Ramadi, un nuevo e insidioso enemigo está en
marcha en el país árabe, la salinidad creciente en los humedales del sur de
Irak.
La creciente salinidad amenaza también los intentos para restaurar los famosos pantanos iraquíes (los más extensos humedales de la región de Medio Oriente), que casi desaparecieron durante el régimen de Sadam Husein.
El resultado es una
creciente crisis de los agricultores iraquíes y de 2.5 millones de residentes
de la metrópoli de Basora, señaló un estudio publicado por la revista Science,
una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo.
El agua dulce que
fluye a través de los pantanos del sur de Irak ha sido fundamental para el
mantenimiento de la vida humana así como la flora y la fauna que han vivido
durante miles de años en este ecosistema, conocido como marisma.
“Si permitimos que
la naturaleza siga su curso, el abismo se moverá hacia el interior del sur de
Irak”, sostiene Ali Douabul, un químico del Centro de Ciencias Marinas de la
Universidad de Basora.
En las reuniones de
emergencia en Bagdad y Basora el mes pasado, funcionarios del Ministerio de
Recursos Hídricos estudiaron junto con expertos opciones para rescatar a los
pantanos de agua dulce.
Los pantanales de
la Mesopotamia en la confluencia de los ríos Tigris y Eufrates, que alguna vez
cubrieron 20 mil kilómetros cuadrados, constituyen un ecosistema único de agua
dulce y ha sido la tierra de tribus autóctonas de árabes de los pantanos, o
Madans.
La crisis que se
desarrolla con el recurso hídrico también está vinculada a la situación
política de Medio Oriente, sostuvo Douabul, quien añadió que los periodos de
sequía se han prolongado por largo tiempo.
Turquía está
construyendo decenas de represas en las cabeceras montañosas de los ríos
Éufrates y Tigris, que fluyen a través de Irak, mientras que el Estado Islámico
también restringe el flujo a lo largo de los tramos de río que ahora controla,
explicó.
Hace medio siglo,
la descarga en la desembocadura del Shatt-al-Arab, la vía fluvial formada a
partir de la confluencia de los ríos Tigris y Éufrates, cerca del Golfo
Pérsico, era de 900 metros cúbicos de agua por segundo. Ahora es de menos de 50
metros cúbicos por segundo.
El pantano de
Huweza cerca de Basora cubría aproximadamente dos mil 500 kilómetros cuadrados,
y fue el hogar de miles de árabes que vivían en islas pequeñas, gracias a la
pesca en agua dulce y el ganado de pastoreo, ahora sólo unas pocas familias aún
viven allí.
La pérdida se debe
a una combinación de nuevas represas aguas arriba, la sequía, y los intentos
del gobierno de Husein en la década de 1990 para drenar los pantanos. Sin
abundante agua dulce, sería difícil restaurar el ecosistema, según los
expertos.
En una reunión la
semana pasada entre funcionarios y expertos, Douabul instó a las autoridades
responsables de la administración de los recursos hídricos a construir una
presa en el Shatt-al-Arab, 30 kilómetros al sur de Basora, para restringir la
incursión de agua salada.
Estas presas han
tenido éxito en lugares como Singapur, pero el alto costo hace que algunos
expertos miren con escepticismo este tipo de soluciones para el país árabe, que
atraviesa por varios conflictos bélicos.
El mes pasado, el
Ministerio del Agua acordó desviar el agua desde el Éufrates para asegurar que
el pantano central, a 100 kilómetros al noroeste de Basora, pueda sobrevivir,
dice Jassim al-Asadi, un experto que trabaja en una organización ambientalista
que busca proteger y restaurar los pantanos.
Sin embargo, Douabul
cree que un acuerdo internacional del agua entre Irak, Turquía e Irán es
fundamental para el futuro de los pantanos, junto con una mejor gestión del
recurso hídrico que cruza la frontera turca.
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